martes, 18 de enero de 2011

Desde mi asiento podía ver mucho, y lo mejor era que mis pies iban felizmente estirados y cómodos. El bus arrancó cuando mi nariz ya empezaba a oler el pollo de comida rápida que impregnaba el aire. Ahí viajábamos muchas personas.
El bus es como una bolsa de culturas y socializaciones mezcladas. Conté un BlackBerry, un touch, algunos Sony-Erickson y Nokias.
Ya de camino se iba llenando, y los pasajeros nuevos se iban acomodando en las dos filas a lo largo del pasillo, estas ven hacia dos puntos opuestos, hacia las ventanas.
Lo curioso sucedió con una muchacha que bloqueaba el contador electrónico de la puerta de atrás, el chofer profería regaños, y ambas filas de personas voltearon a ver hacia el fondo del bus, la muchacha pareció entender que era a ella a quien mentaban.
El bus iba rumbo a una de los lugares con más plusvalía del país.